Como sucede la mayoría de las veces, los comienzos son intensos y nunca te liberas de una buena o mala primera impresión. Es como el enamoramiento: vas al límite, tanteando el exceso, pensando que es lo “mejor que te puede pasar”, algo así como Alicia en el país de las maravillas y Charly en la fábrica de chocolates.
Pasa lo mismo cada vez que llenamos el vaso y revienta de emoción, empatía, diversión, satisfacción, pero que como todo se termina, y una vez que baja la espuma se descubre lo que verdaderamente queda.
¿Qué nos queda? ¿Te acuerdas de las primeras “jodas”?
La preparación previa a una importante fecha requería de mucha logística: tu te encargas de esto, yo de lo otro, nos juntamos en tal lado; y ni hablar del día del evento: te corría por las venas una sensación que te atravesaba, una mezcla de ansiedad con entusiasmo que con el tiempo se llamó “Manija” en Argentina.
Además, cada vez que entrabas a la pista sabías que algo iba a pasar. Más allá de la música, que sería el conector, pasaban cosas que no vivías en la vida rutinaria. La cooperación, todos dispuestos a ayudarte, atentos a que la estés pasando bien, el respeto por el otro.
Parecía un mundo irreal, gente comprometida con el prójimo, sería uno de los pocos ambientes donde el sueño colectivo se sintiera posible. Eso es lo que te enamora: la entrega incondicional y la falta de prejuicios, la aceptación, la sensación de sentirte acompañado por gente que probablemente ni conozcas.
De todos modos, cómo toda etapa de enamoramiento, pasan los días y hay que demostrar en hechos que no fue un impulso, que no hay casualidad, que lo vivido tiene que ver con el verdaderos sentir: Amor, amor propio y amor al prójimo. A partir de ahí, la música funciona como mediador, como una paloma mensajera.
Eso es lo que no habría que perder de vista, más bien tenerlo de horizonte, trasmitírselo a los más jóvenes, para que esto que amamos no pase de divertido a distracción. Porque no pasa por la cantidad de horas de vuelos, el ambiente que te rodea se define por tu corazón.
Pensar la cantidad de historias que tenemos sobre alguna fiesta, festival, after, donde todos terminábamos “enamorados” de la vida, esos momentos donde la música se encarga de unir lo que el sistema propone separar. La música es la mayor amenaza para un mundo que se alimenta de división y violencia.
La música es una herramienta para comunicarnos, para expresarnos, para unirnos. Porque no importa tu barrio, tu color de piel, tu idioma, tus títulos, tus propiedades, en el momento del baile, insisto, lo que te define son tus valores, lo que tienes dentro.
Es lo único que podemos elegir, esa es nuestra verdadera libertad, el poder de decidir cómo nos vamos a comportar. Quienes vamos a ser más allá de lo que tengamos, y lo bueno es que queda en nosotros generar ese clima que tanto nos gusta. Así que, cuando baje la espuma ya sabés, sí no hay amor, que no haya nada.
Sé el mambo que quieres ver en el mundo.